Entre los notables aportes de Ramón Carrillo como médico sanitarista y ministro de Salud, se destacan, indudablemente, la construcción de hospitales públicos, la promoción de un enfoque médico preventivo y la implementación de los cuidados centrados en el respeto por el paciente como sujeto de una concepción humanista.
Estos aspectos esenciales de su labor se combinan con una mirada global sobre las poblaciones, en la que muchas de las cuestiones que se dirimen en su entrelínea, no dejan nunca de ser fuente de preocupación para el pensamiento político y los saberes sociales. Mucho antes de que Michael Foucault estudiara los diagramas disciplinarios en relación con el estímulo de ciertas conductas y los modos de organizar el espacio, Carrillo problematizó la relación entre salud y vivienda popular, estableciendo en su célebre Teoría del hospital, un asombroso isomorfismo entre la arquitectura hospitalaria —complemento imprescindible para el saber médico— y la organización de los monoblocks que estaban en la base de la política urbanista del peronismo. Esta relación, que hubiera maravillado al pensador francés, aparece no como una técnica de gobierno de los cuerpos sino como índice de una felicidad colectiva. La moral higienista que puede recortarse en el pensamiento de Carrillo, tributaria de cierto organicismo social corporativo de su época, no debe confundirse con las proposiciones del sanitarismo nazi que promovía una racionalidad sostenida en una jerarquía de la “pureza racial”. En Carrillo, la organización popular en torno a la salud era un modo de concebir la justicia centrada en la igualdad del cuerpo social respecto a los cuidados y la salud pública. En el prólogo que Perón escribió para su libro Teoría del hospital, agradece a este brillante médico por sus aportes y avances en la ciencia y la tecnología. Pero estas observaciones, que tienen más el tono de un amigo comprensivo que el de un jefe político, se detienen en las extenuantes jornadas consagradas a la obra pública y en los padecimientos que habrá tenido que asumir el Dr. Carrillo frente al dolor popular. Quizá, en estas palabras, haya un reconocimiento de cuán tributario es el pensamiento sanitarista de Carrillo respecto a las tesis de la conducción política. Y a la inversa, podríamos conjeturar, cuánto de la hipótesis igualitarista de la justicia social está en el fondo de la medicina comunitaria y sus páginas más salientes de la historia.