
La cumbre de nuestra raza
“Un ensayo sobre el cual he de volver sobre el rastro”, afirma en un fragmento de sus palabras introductorias la escritora Josefa Poncela. Una mujer cuyo paso por la historia fue cauteloso, sin grandes reconocimientos, pero que hoy el Centro de Estudios sobre Pueblos Originarios de la Biblioteca Nacional pone en circulación para recordarla como una mujer comprometida con su origen y su presente.
Al momento de publicar La cumbre de nuestra raza –ensayo sobre las culturas de América y la actualidad de las mismas en 1942– la autora tenía 19 años de edad, se reconocía ranquel y desde Santa Rosa, La Pampa, escribía para las futuras generaciones reivindicando a las primeras naciones del continente. En sus páginas hay mucho valor y lealtad con sus hermanos originarios. Por momentos, esta joven siente desde las entrañas el dolor de su gente y se refiere varias veces al “blanco invasor”. Intenta ser neutra pero la historia pasada ha quedado guardada en un pliegue y ella lentamente la asoma para mostrar lo que pudo ser y no fue. Reflexiona sobre la historia escrita que siempre coloca a los naturales en un estado inferior a los blancos, y ahora es ella misma quien escribe desde la mirada de una adolescente ranquel.
En definitiva, Josefa Poncela trae el pasado, reflexiona sobre el binomio conceptual “civilización y barbarie”, piensa que cada uno lo entiende de acuerdo a las ideas que profesa o a los intereses que defiende y sostiene irónicamente al respecto: “Así por ejemplo yo diría que los europeos son unos bárbaros y salvajes”.